Las fuentes del siglo XVII – las guías de Bernardino Faino (1630-1669) y de Francesco Paglia (1660-1701) – recuerdan con gran admiración la Santa Giulia en la cruz en la iglesia nueva de las monjas benedictinas; recuerdan también sus autores, identificándolos con Giovanni y Carlo Carra, hijos de Antonio, titular del taller más importante en el panorama de la escultura del siglo XVII en ciudad y en provincia: precisamente a los Carra corresponde la realización del Arca de los santos Faustino y Giovita en la homónima iglesia bresciana (1618-1626). A la muerte del padre Antonio (1632), Giovanni y Carlo – el tercer hermano, Stefano, pondrá en marcha una floreciente actividad de arquitecto – recogen la tradición del taller paterno y trabajan en la que parece una suerte de simbiosis. La única excepción de relieve es cuando Giovanni firma orgullosamente el Altar de San Benedetto a los Santos Faustino y Giovita (1645-1648).
Por más que incluso la Santa Giulia del Museo de la Ciudad salga de ese taller – antes del 1630, año en el cual la recuerda el texto del Faino – la suavidad de la elaboración del mármol, la delicadeza de la expresión y la delicada modulación de los planos luminosos traicionan una mano completamente diferente respecto al San Benedetto firmado por Giovanni: en este último, los rasgos y el desgaste son más decididos, el drapeado resulta mucho más esquemático, además de fascinante. Estamos en el campo de la hipótesis, pero gran parte de su ejecución correspondería a Carlo, que revistió autónomamente un rol de absoluta importancia como “inzegnero sobresaliente de la fábrica” del Duomo Nuevo, entre 1621 y 1659; Carlo, además, resulta el firmante de la mayor parte de los contratos sobrevrevivientes, dejándonos la idea de que haya sido él precisamente el coordinador de los trabajos en el seno del taller familiar.